37Los cuatro Evangelios desembocan en el relato conmovedor de la Pasión del Señor, seguido del anuncio de su Resurrección. Ese relato y ese anuncio constituyen la Buena Noticia por excelencia, que los Apóstoles proclamaron al mundo. La Pasión y la Resurrección de Jesús iluminan todo el resto de su obra, de su mensaje y su Persona. ¿Qué otra cosa es el Evangelio sino la Buena Noticia de un Mesías crucificado y resucitado?
37San Marcos pone todo esto de relieve en su relato de la Pasión de una manera muy especial. Lo hace con una gran objetividad. No pretende emocionarnos, ni menos aún, satisfacer nuestra curiosidad. Quiere hacernos comprender que detrás de la soledad y la humillación de Jesús, detrás de su dolor y su fracaso, se esconde su verdadero triunfo. El triunfo del Mesías, a quien un pagano, al verlo morir, reconoce como Hijo de Dios.
La conspiración contra Jesús
37Mt. 26. 1-5 Lc. 22. 1-2
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1 Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes Ácimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte. 2 Porque decían: «No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo».
La unción de Jesús en Betania
2Mt. 26. 6-13 Jn. 12. 1-8
3Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco lleno de un valioso perfume de nardo puro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. 4Entonces algunos de los que estaban allí se indignaron y comentaban entre sí: «¿Para qué este derroche de perfume? 5Se hubiera podido vender por más de trescientos denarios para repartir el dinero entre los pobres». Y la criticaban. 6Pero Jesús dijo: «Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una buena obra conmigo. 7A los pobres los tienen siempre con ustedes y pueden hacerles bien cuando quieran, pero a mí no me tendrán siempre. 8Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura. 9Les aseguro que allí donde se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo».
La traición de Judas
9Mt. 26. 14-16 Lc. 22. 3-6
10Judas Iscariote, uno de los Doce, fue a ver a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. 11Al oírlo, ellos se alegraron y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba una ocasión propicia para entregarlo.
Los preparativos para la comida pascual
11Mt. 26. 17-19 Lc. 22. 7-13
12El primer día de la fiesta de los panes Ácimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?». 13Él envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, 14y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?. 15Él les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario». 16Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.
El anuncio de la traición de Judas
16Mt. 26. 20-25 Lc. 22. 14, 21-23 Jn. 13. 21-30
17Al atardecer, Jesús llegó con los Doce. 18Y mientras estaban comiendo, dijo: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará, uno que come conmigo». 19Ellos se entristecieron y comenzaron a preguntarle, uno tras otro: «¿Seré yo?». 20Él les respondió: «Es uno de los Doce, uno que se sirve de la misma fuente que yo. 21El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!».
La institución de la Eucaristía
21Mt. 26. 26-29 Lc. 22. 17-20 1 Cor. 11. 23-25
22Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen, esto es mi Cuerpo». 23Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. 24Y les dijo: «Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. 25Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios».
El anuncio de las negaciones de Pedro
25Mt. 26. 30-35 Lc. 22. 39, 31-34 Jn. 13. 36-38
26Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos. 27Y Jesús les dijo: «Todos ustedes se van a escandalizar, porque dice la Escritura: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. 28Pero después que yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea». 29Pedro le dijo: «Aunque todos se escandalicen, yo no me escandalizaré». 30Jesús le respondió: «Te aseguro que hoy, esta misma noche, antes que cante el gallo por segunda vez, me habrás negado tres veces». 31Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré». Y todos decían lo mismo.
La oración de Jesús en Getsemaní
31Mt. 26. 36-46 Lc. 22. 40-46 Jn. 18. 1
32Llegaron a una propiedad llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos: «Quédense aquí, mientras yo voy a orar». 33Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir temor y a angustiarse. 34Entonces les dijo: «Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí velando». 35Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, de ser posible, no tuviera que pasar por esa hora. 36Y decía: «Abba Padre todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». 37Después volvió y encontró a sus discípulos dormidos. Y Jesús dijo a Pedro: «Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora? 38Permanezcan despiertos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil». 39Luego se alejó nuevamente y oró, repitiendo las mismas palabras. 40Al regresar, los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se cerraban de sueño, y no sabían qué responderle. 41Volvió por tercera vez y les dijo: «Ahora pueden dormir y descansar. Esto se acabó. Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. 42¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar».
El arresto de Jesús
42Mt. 26. 47-56 Lc. 22. 47-53 Jn. 18. 2-11
43Jesús estaba hablando todavía, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. 44El traidor les había dado esta señal: «Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo y llévenlo bien custodiado». 45Apenas llegó, se le acercó y le dijo: «Maestro», y lo besó. 46Los otros se abalanzaron sobre él y lo arrestaron. 47Uno de los que estaban allí sacó la espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. 48Jesús les dijo: «Como si fuera un bandido, han salido a arrestarme con espadas y palos. 49Todos los días estaba entre ustedes enseñando en el Templo y no me arrestaron. Pero esto sucede para que se cumplan las Escrituras». 50Entonces todos lo abandonaron y huyeron. 51Lo seguía un joven, envuelto solamente con una sábana, y lo sujetaron; 52pero él, dejando la sábana, se escapó desnudo.
53Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y allí se reunieron todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas. 54Pedro lo había seguido de lejos hasta el interior del palacio del Sumo Sacerdote y estaba sentado con los servidores, calentándose junto al fuego. 55Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un testimonio contra Jesús, para poder condenarlo a muerte, pero no lo encontraban. 56Porque se presentaron muchos con falsas acusaciones contra él, pero sus testimonios no concordaban. 57Algunos declaraban falsamente contra Jesús: 58«Nosotros lo hemos oído decir: Yo destruiré este Templo hecho por la mano del hombre, y en tres días volveré a construir otro que no será hecho por la mano del hombre». 59Pero tampoco en esto concordaban sus declaraciones.
60El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie ante la asamblea, interrogó a Jesús: «¿No respondes nada a lo que estos atestiguan contra ti?». 61Él permanecía en silencio y no respondía nada. El Sumo Sacerdote lo interrogó nuevamente: «¿Eres el Mesías, el Hijo del Dios bendito?». 62Jesús respondió: «Sí, yo lo soy: y ustedes verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir entre las nubes del cielo». 63Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó: «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? 64Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?». Y todos sentenciaron que merecía la muerte.
65Después algunos comenzaron a escupirlo y, tapándole el rostro, lo golpeaban, mientras le decían: «¡Profetiza!». Y también los servidores le daban bofetadas.
Las negaciones de Pedro
65Mt. 26. 69-75 Lc. 22. 55-62 Jn. 18. 17, 25-27
66Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, llegó una de las sirvientas del Sumo Sacerdote 67y, al ver a Pedro junto al fuego, lo miró fijamente y le dijo: «Tú también estabas con Jesús, el Nazareno». 68Él lo negó, diciendo: «No sé nada; no entiendo de qué estás hablando». Luego salió al vestíbulo y cantó el gallo. 69La sirvienta, al verlo, volvió a decir a los presentes: «Este es uno de ellos». 70Pero él lo negó nuevamente. Un poco más tarde, los que estaban allí dijeron a Pedro: «Seguro que eres uno de ellos, porque tú también eres galileo». 71Entonces él se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre del que estaban hablando. 72En seguida cantó el gallo por segunda vez. Pedro recordó las palabras que Jesús le había dicho: «Antes que cante el gallo por segunda vez, tú me habrás negado tres veces». Y se puso a llorar.