1Marcos, lo mismo que Juan, no hace ninguna referencia a la infancia de Jesús, como lo hacen Mateo y Lucas. Su Evangelio comienza abruptamente con la predicación de Juan el Bautista. Este bautiza con agua y atrae a la multitud, pero anuncia la llegada del que es «más poderoso» (1. 7): sólo él bautizará «con el Espíritu Santo» (1. 8).
1Desde el primer momento, Marcos nos dice claramente quién es Jesús. Ya en la escena de su bautismo pone bien de relieve la manifestación del Padre que lo declara su «Hijo muy querido» (1. 11). La brevedad con que Marcos narra la tentación del Señor en el desierto, nos ayuda a penetrar en el aspecto esencial del hecho: la lucha y la victoria de Cristo contra el espíritu del mal, que es uno de los temas centrales de este Evangelio.
1Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios. 2Como está escrito en el libro del profeta Isaías:
2Mira, yo envío a mi mensajero delante de ti
2para prepararte el camino.
3Una voz grita en el desierto:
3Preparen el camino del Señor,
3allanen sus senderos,
4así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. 5Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados.
6Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: 7«Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. 8Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo».
El bautismo de Jesús
8Mt. 3. 13-17 Lc. 3. 21-22
9En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. 10Y al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma; 11y una voz desde el cielo dijo: «Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección».
La tentación de Jesús en el desierto
11Mt. 4. 1-11 Lc. 4. 1-13
12En seguida el Espíritu lo llevó al desierto, 13donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían.
LA ACTIVIDAD DE JESÚS EN GALILEA
13Jesús viene a proclamar «la Buena Noticia de Dios» (1. 14). Esto es el Evangelio: la Buena Noticia de que el Reino de Dios irrumpe en el mundo y está personificado en Jesús. La entrada en el Reino exige un nuevo estilo de vida: es preciso convertirse y creer en esa Buena Noticia.
13En primer lugar, Cristo proclama su Evangelio en la región de Galilea. Lo hace por medio de comparaciones, las «parábolas», y a través de obras admirables, los «milagros». Muchos comienzan a seguir a Jesús. Entre ellos, y para colaborar en su ministerio, él elige a «los Doce» (3. 16), que serán sus Apóstoles. Pero ya asoma en el horizonte la oposición de la gente más «religiosa» de su época. Marcos destaca esa oposición en cinco «controversias» muy significativas, que preludian la muerte de Jesús.
El comienzo de la predicación de Jesús
13Mt. 4. 12-17 Lc. 4. 14-15
14Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: 15«El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia».
Los primeros discípulos
15Mt. 4. 18-22 Lc. 5. 1-11
16Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores. 17Jesús les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres». 18Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron.
19Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó, 20y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron.
Enseñanza de Jesús en la sinagoga de Cafarnaún
20Lc. 4. 31-32 Mt. 7. 28-29
21Entraron en Cafarnaún, y cuando llegó el sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. 22Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.
Curación de un endemoniado
22Lc. 4. 33-37
23Y había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar: 24«¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios». 25Pero Jesús lo increpó, diciendo: «Cállate y sal de este hombre». 26El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un gran alarido, salió de ese hombre. 27Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!». 28Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.
Curación de la suegra de Pedro
28Mt. 8. 14-15 Lc. 4. 38-39
29 Cuando salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. 30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. 31 Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.
Diversas curaciones
31Mt. 8. 16 Lc. 4. 40-41
32Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, 33y la ciudad entera se reunió delante de la puerta. 34Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él.
La misión de Jesús
34Lc. 4. 42-44
35Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando. 36Simón salió a buscarlo con sus compañeros, 37y cuando lo encontraron, le dijeron: «Todos te andan buscando». 38Él les respondió: «Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido». 39Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios.
Curación de un leproso
39Mt. 8. 2-4 Lc. 5. 12-14
40Entonces se le acercó un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: «Si quieres, puedes purificarme». 41Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda purificado». 42En seguida la lepra desapareció y quedó purificado. 43Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: 44«No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio». 45Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.