Uso de Cookies: Las cookies nos permiten ofrecer nuestros servicios. Al utilizar nuestros servicios, aceptas el uso que hacemos de las cookies.

ACEPTAR Más información

El Libro del Pueblo de Dios

Tamaño de letra: Aumentar - Reducir - Original

Lamentaciones

QUINTA LAMENTACIÓN
22“¡Recuerda, Señor, lo que nos ha sucedido, mira y contempla nuestro oprobio!” (5. 1). Así comienza la hermosa plegaria de la última Lamentación, que, aunque no es alfabética, tiene la misma cantidad de versículos que el número de letras del alfabeto hebreo. Dentro de la súplica se hace una exposición detallada de los padecimientos del pueblo. La herencia del Señor cayó en manos de extranjeros. Los sobrevivientes deben exponer su vida para poder comer. Ha cesado toda actividad en las puertas de la ciudad. Pero el Señor “reina para siempre” y “su trono permanece eternamente” (5. 19). ¿Cómo no confiar en él, que es capaz de convertir y renovar a su Pueblo?
Súplica por la conversión y restauración de Israel
5
1 ¡Recuerda, Señor, lo que nos ha sucedido,
1 mira y contempla nuestro oprobio!
2 Nuestra herencia pasó a manos de extranjeros, nuestras casas, a manos de extraños.
3 Estamos huérfanos, sin padre, nuestras madres son como viudas.
4 Tenemos que pagar el agua que bebemos, la leña nos cuesta dinero.
5 Somos empujados con el yugo al cuello, estamos fatigados, no nos dan respiro.
6 Tendemos las manos hacia Egipto, hacia Asiria, para saciarnos de pan.
7 Nuestros padres pecaron, y ya no existen: nosotros cargamos con sus culpas.
8 Estamos dominados por esclavos y nadie nos arranca de sus manos.
9 Arriesgamos la vida para conseguir nuestro pan, afrontando la espada del desierto.
10 Nuestra piel quema como un horno, por los ardores del hambre.
11 Han violado a las mujeres en Sión, a las vírgenes en las ciudades de Judá.
12 Los príncipes fueron colgados de las manos, no se respetó la dignidad de los ancianos.
13 Los jóvenes arrastraron la piedra de moler, los niños se doblaron bajo el peso de la leña.
14 Los ancianos ya no acuden a la puerta de la ciudad, los jóvenes ya no tocan sus cítaras.
15 Cesó la alegría de nuestro corazón, nuestra danza se ha cambiado en luto.
16 Se ha caído la corona de nuestras cabezas: ¡ay de nosotros, porque hemos pecado!
17 Por esto nuestro corazón está dolorido, por esto se nublan nuestros ojos:
18 porque el monte Sión está desolado y los zorros se pasean por él.
19 Pero tú, Señor, reinas para siempre, tu trono permanece eternamente.
20 ¿Por qué nos tendrás siempre olvidados y nos abandonarás toda la vida?
21 ¡Vuélvenos hacia ti, Señor, y volveremos: renueva nuestros días como en los tiempos pasados!
22 ¿O es que nos has desechado completamente y te has irritado con nosotros sin medida?

VOLVER