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El Libro del Pueblo de Dios

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Zacarías

17LA SALVACIÓN Y LA GLORIA FUTURA DE JERUSALÉN
17En esta parte final, la concepción mesiánica está más centrada sobre Jerusalén y las tradiciones nacionales. Los que ataquen a la Ciudad santa serán destruidos y la casa de David quedará restaurada. Pero Jerusalén será salvada después de llorar “amargamente”, junto con todas las tribus de Israel, “al que ellos traspasaron” (12. 10). Así, la era mesiánica de la salvación parece depender de un misterioso sufrimiento, comparable al del Servidor descrito por el profeta Isaías, que fue “traspasado por nuestros pecados” (Is. 53. 5). Todo el país será purificado y sólo quedará un “resto”, del que Dios dirá: “¡Este es mi Pueblo!”, mientras ese “resto” dirá: “¡El Señor es mi Dios!” (13. 9).
17El Libro concluye con la descripción del combate escatológico y del futuro esplendor de Jerusalén, inspirado en Ez. 38; 47. Finalmente, anuncia que todos “subirán año tras año a postrarse delante del Rey, Señor de los ejércitos, y a celebrar la fiesta de las Chozas” (14. 16).
17Para san Juan, el “traspasado” y llorado “como se llora al primogénito” es Jesús, cuyo costado abierto se convirtió en la fuente por excelencia de la salvación (Jn. 19. 34, 37). Y el Apocalipsis retoma este oráculo de Zacarías para anunciar que “por él se golpearán el pecho todas las razas de la tierra” (Apoc. 1. 7). A su vez, san Matero y san Marcos ponen en boca de Jesús la frase de 13. 7: “Hiere al pastor y que se dispersen las ovejas”, para referirse al abandono de sus discípulos durante la Pasión (Mt. 26. 31; Mc. 14. 27).
Renovación de Jerusalén y de Judá
12
1 Vaticinio. Palabra del Señor sobre Israel. Oráculo del Señor que desplegó los cielos, cimentó la tierra y formó el espíritu del hombre en su interior. 2 Yo haré de Jerusalén una copa de vértigo para todos los pueblos de alrededor, y lo mismo pasará con Judá cuando asedien a Jerusalén.
3 Aquel día, yo haré de Jerusalén una piedra pesada para todos los pueblos: todos los que intenten levantarla se desgarrarán gravemente. Y se reunirán contra ella todas las naciones de la tierra.
4 Aquel día –oráculo del Señor– yo aturdiré a todos los caballos y enloqueceré a sus jinetes; abriré mis ojos sobre la casa de Judá y encegueceré a todos los pueblos. 5 Y los jefes de Judá dirán en su corazón: “La fuerza para los habitantes de Jerusalén está en el Señor de los ejércitos, su Dios”.
6 Aquel día, yo haré a los jefes de Judá semejantes a un brasero encendido bajo la leña, a una antorcha encendida en las gavillas. Ellos consumirán a derecha e izquierda a todos los pueblos de alrededor, pero Jerusalén quedará instalada en el mismo lugar. 7 El Señor salvará primero las carpas de Judá, a fin de que la gloria de la casa de David y la gloria de los habitantes de Jerusalén no se eleven en detrimento de Judá.
8 Aquel día, el Señor escudará a los habitantes de Jerusalén: el más débil entre ellos será como David, y la casa de David será como Dios, como el Ángel del Señor al frente de ellos.
La gran lamentación sobre el “Traspasado”
9 Aquel día, yo me pondré a destruir todas las naciones que vendrán contra Jerusalén. 10 Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de súplica; y ellos mirarán hacia mí. En cuanto al que ellos traspasaron, se lamentarán por él como por un hijo único y lo llorarán amargamente como se llora al primogénito.
11 Aquel día, habrá un gran lamento en Jerusalén, como el lamento de Hadad Rimón, en la llanura de Meguido. 12 El país se lamentará, familia por familia:
12 la familia de la casa de David por su lado,
12 y sus mujeres por su lado;
12 la familia de la casa de Natán por su lado,
12 y sus mujeres por su lado;
13 la familia de la casa de Leví por su lado,
13 y sus mujeres por su lado;
13 la familia de la casa de Semei por su lado,
13 y sus mujeres por su lado;
14 todas las familias restantes, cada una por su lado,
14 y sus mujeres por su lado.

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